Escrito por Jamie Coles
Imagina una ciudad. ¿Qué ves? Torres, tal vez, cortando el cielo. Tal vez una cuadrícula de calles asfaltadas atascadas por el zumbido del tráfico rodado. Pero piensa en los espacios entre estos bloques: parques que absorben el agua de lluvia para evitar inundaciones, caminos sombreados que refrescan el aire, mitigando las islas de calor urbano. No son meros huecos en la línea del horizonte; son espacios vibrantes y democráticos que fomentan la comunidad y el bienestar, zonas donde la gente no sólo pasa, sino que puede reunirse y vivir.
Puede parecer una visión del futuro, pero para muchas zonas urbanas de todo el mundo se está convirtiendo rápidamente en una realidad. Desde las calles de Hamburgo que dan prioridad a las bicicletas y los peatones hasta los corredores verdes de Aarhus que conectan los espacios vitales con la biodiversidad, las ciudades están dejando de ser únicamente espacios utilitarios para centrarse en los elementos más humanos de la vida urbana. Mediante la innovación social y la cocreación, los residentes pueden participar directamente en el proceso de planificación urbana, haciendo que las calles estén más centradas en el ser humano y situando a las personas en el centro de sus ciudades. Entendemos que mejorar la habitabilidad significa integrar la infraestructura verde, la movilidad sostenible y los espacios para la interacción social directamente en este proceso. No se trata sólo de cosas bonitas, sino que pueden mejorar la salud, la felicidad, la sostenibilidad y la resistencia de los lugares donde vivimos.
Integrar la infraestructura verde y la movilidad
Más de la mitad de la población mundial vive actualmente en zonas urbanizadas, lo que ha llevado a plantearse cuestiones sobre habitabilidad y sostenibilidad, llevándolas de los debates académicos y los círculos políticos a las experiencias vividas por miles de millones de personas. Este cambio conlleva una nueva valoración del papel de los espacios públicos como centros de expresión cultural y solidaridad social. La forma en que diseñamos, mantenemos y desarrollamos estos espacios -o permitimos que los desarrollen quienes los utilizan- refleja nuestros valores y aspiraciones más amplios como sociedad.
La inclusión de parques, azoteas verdes, jardines comunitarios y corredores verdes en los planes urbanísticos es algo más que una mera cuestión estética: actúan como pulmones de las ciudades, mejorando la calidad del aire, reduciendo las islas de calor urbanas y aumentando la biodiversidad. También ofrecen profundos beneficios para la salud mental y física, proporcionando a los residentes urbanos los necesarios refugios de tranquilidad y esparcimiento en medio de sus ajetreadas vidas citadinas.
Ciudades como París y Dordrecht están incorporando la diversidad paisajística para hacer frente a retos medioambientales como las inundaciones y el calor, al tiempo que mejoran los espacios sociales. La infraestructura verde desempeña un papel crucial en la gestión del agua urbana, incorporando innovaciones como bioswales y jardines de lluvia, que ayudan a gestionar las aguas pluviales y a reducir la escorrentía, preservando así la calidad del agua. La vía verde de Canal Road y el revitalizado curso de agua Bradford Beck crean un corredor verde multifuncional desde el centro de Bradford hasta Shipley, mejorando la biodiversidad y las redes ecológicas, y proporcionando espacios de calidad para pasear, ir en bicicleta y divertirse.
Los beneficios de la movilidad activa
Este cambio hacia espacios urbanos más verdes y habitables está inextricablemente ligado a la necesidad de infraestructuras activas. Las ciudades que dan prioridad al transporte no motorizado -como los desplazamientos a pie y en bicicleta- no sólo mejoran la salud pública, sino que también fomentan la cohesión social y reducen el impacto medioambiental. Por ejemplo, Lille y Copenhague han integrado amplias redes de carriles bici que fomentan la seguridad y la conectividad, transformando las calles urbanas en vibrantes centros sociales que impulsan las economías locales y fomentan las interacciones comunitarias.
Los beneficios de esta movilidad activa van más allá de lo social y se traducen en importantes mejoras medioambientales: reducir la dependencia del automóvil disminuye la contaminación atmosférica, alivia la congestión del tráfico y mitiga los efectos de la isla de calor urbana. Además, la presencia de plazas peatonales, centros de movilidad y carriles bici tiende a aumentar el tráfico peatonal, lo que beneficia a los comercios locales y hace que los centros urbanos sean más dinámicos y accesibles, ya que las zonas bien comunicadas registran un aumento de las ventas minoristas a medida que las personas que van a pie o en bicicleta se relacionan más con su entorno local.
Integrar la movilidad activa en la planificación urbana mejora significativamente la salud de la población. La actividad física regular, como ir andando o en bici al trabajo, no sólo reduce el riesgo de enfermedades crónicas como las cardiopatías, la diabetes y el cáncer, sino que también mejora la salud mental al reducir los síntomas de depresión y ansiedad. Así pues, la infraestructura activa no se limita al transporte: es un enfoque holístico de la salud pública, crucial para el desarrollo de comunidades urbanas dinámicas y sanas.
Superar los retos de las ciudades activas
Sin embargo, la transición hacia una ciudad más activamente móvil exige superar importantes barreras. La readaptación de paisajes urbanos densos y centrados en el automóvil para apoyar la movilidad activa suele conllevar considerables retos logísticos y políticos. No sólo requiere rediseñar las calles, sino también un cambio cultural en la forma en que la gente ve la movilidad y el espacio urbano. Con una planificación meditada y la participación de la comunidad, es posible crear centros de movilidad multimodal que sirvan de catalizadores de entornos urbanos más sanos, conectados y vibrantes.
Aunque las infraestructuras de movilidad activa, como los carriles bici y las sendas peatonales, benefician claramente a los residentes urbanos, también desempeñan un papel fundamental en la mejora de la biodiversidad urbana y la salud de los ecosistemas. Las ciudades que integran elementos naturales en su planificación urbana no sólo mejoran la habitabilidad humana, sino que también se convierten en refugios para diversas especies, contribuyendo a la resiliencia ecológica y la biodiversidad.
Las ciudades que trabajan activamente para conservar y mejorar la biodiversidad también pueden reforzar su posición económica. Las zonas urbanas con una rica biodiversidad atraen a más turistas y residentes que valoran la naturaleza y los espacios verdes, lo que puede aumentar el valor de la propiedad y mejorar la salud económica general.
Integrar la naturaleza en la vida urbana hace algo más que embellecer: transforma fundamentalmente el entorno urbano en un próspero ecosistema que sustenta tanto a las comunidades humanas como a las naturales. Al invertir en biodiversidad, las ciudades no sólo se hacen más habitables para sus habitantes humanos, sino que también garantizan la sostenibilidad de sus entornos naturales.
El reverdecimiento de las ciudades mediante parques, tejados verdes y jardines verticales introduce hábitats cruciales para la fauna local y favorece la biodiversidad urbana conectando hábitats fragmentados. Esto es esencial para la supervivencia de las especies y para mantener el equilibrio ecológico en las zonas urbanas. La presencia de diversas especies vegetales en las zonas urbanas favorece una gama más amplia de especies animales, incluidos polinizadores como las abejas y las mariposas, que son cruciales para la polinización de las plantas silvestres y cultivadas. Esta biodiversidad, a su vez, aumenta la resiliencia de los ecosistemas urbanos, permitiéndoles resistir mejor y adaptarse a las perturbaciones antropogénicas y naturales.
Del gris al verde: un cambio de política
Ciudades de todo el mundo están reequipando infraestructuras rígidas y grises con soluciones verdes, como tejados verdes, jardines verticales y pavimentos permeables, que hacen algo más que mejorar la estética: abordan problemas críticos como la contaminación atmosférica, el calor, la sequía y las inundaciones. Este proceso requiere una revisión completa de la política urbana para garantizar que estos espacios sean accesibles y mejoren la habitabilidad, conectando las distintas comunidades. Ciudades como Copenhague y Barcelona ejemplifican esta transformación integrando carriles bici, vías de uso compartido y parques públicos en su planificación urbana, demostrando que la reconversión innovadora y ecológica no sólo es viable, sino también social y ambientalmente beneficiosa.
Este enfoque de la planificación urbana muestra la necesidad de que los responsables políticos, los urbanistas y los residentes cambien su forma de pensar sobre las ciudades del gris al verde, reconociendo los beneficios de integrar la infraestructura verde, la movilidad activa y el compromiso de mejorar la biodiversidad. Pero remodelar la política urbana para dar prioridad al bienestar humano y ecológico, y garantizar que los espacios urbanos sean accesibles y equitativos, son retos sustanciales a los que se enfrentan las ciudades.
Las ciudades que adoptan este enfoque holístico se están convirtiendo rápidamente en ejemplos de sostenibilidad y resiliencia al reconocer y adaptarse a las variadas necesidades de sus residentes, fomentando entornos en los que las personas puedan prosperar frente a los retos modernos.
Los beneficios de esta planificación urbana van más allá del impacto medioambiental e influyen en los ámbitos económico, cultural y social. Estos espacios verdes, activos y biodiversos contribuyen a unas comunidades más sanas, felices y cohesionadas, proporcionando un sentimiento de pertenencia, ofreciendo refugio frente al estrés urbano y mejorando el bienestar físico y mental.
La creación de ciudades habitables es un proceso continuo de transformación y adaptación, que exige la colaboración de todas las partes interesadas -planificadores urbanos, responsables políticos, empresas y residentes- para reimaginar y remodelar nuestros entornos urbanos y convertirlos en los espacios sostenibles, inclusivos y dinámicos en los que aspiramos a vivir. Al abordar estos retos de frente, no sólo mejoramos la calidad de vida de los residentes actuales, sino que también garantizamos que las generaciones futuras hereden ciudades capaces de satisfacer sus necesidades y enriquecer sus vidas.
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Nuestros equipos de Ciudades Activas y Habitables sitúan al ser humano en el centro de la planificación urbana. Si quieres saber más sobre las oportunidades para tu ciudad, ponte en contacto con un miembro de nuestro equipo.